¡Ô Froid!
Pero no me basta verte
inefable, día,
cuando llegas con las cenizas
en el pecho
y la oscuridad al descubierto
es cuando tocas mi vientre dentro de un espejo
mis pies de mármol sin tinta,
con el latido destrozado.
Se escuchan tus serenas
palabras venir de muy lejos
A trote de caballo o tal vez
de un borrico mal parado.
Son tus suaves pasos sin luz
los que deforman la mañana,
interminablemente te nombro,
interminablemente
ya sea para encender la tarde
o callar al gato en batalla
que no tolera la luz ausente de tu murmullo.
No hace falta asomarme por la
ventana,
los cristales están llenos de
palabras pálidas,
de anotaciones precisas, de
silencios sin gloria,
y mis dedos como confusas
ramas secas
apenas logran protestar.
Sága Alejandra
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