PROMENADE

Cierra los ojos y cuenta los cuartos
que ocupan en tu memoria los momentos vividos.
No hace falta que te agotes, elige una estancia.
Ubica tu pulso con la mano y cavila:
esta fuerza que te trae y te lleva,
que te lleva y te trae,
es el rebato de un son incesante
de un teclado nascondido
cuyos signos pertenecen a otro lenguaje
- me pertenecen a mí, en litigio con el tiempo-.
Y para. Ahí, para ahora.
Dedúcete como espectadora,
en tu galería de cuadros fortuitos y predeterminados;
de ventanas a paisajes
que son entornos de otras pieles
barridas como polvo tiempo ha.
Busca entre el almuerzo campestre
de algunas figuras y un arbusto
y yo tuyo que ya no recuerdas.
Desnúdate entonces de tus ropas de espectadora
y, si has hecho todo en el orden precitado,
no abras los ojos, mantén el aliento... ¡enhorabuena!
Significa que ya puedes pensar como un yo, detrás del cuadro
-que puedes pensarme-,
y de ahí,
empezar a recordar desde mi lado.

                                                                                      Esdi Capeú

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