HAMBRE DE MUERTE
La niña tiene hambre,
tiene
sed,
tiene
frío.
A perdido a su padre
y su madre a partido para
no ser testigo.
La niña se ha quedado en
la esquina
donde crece el limonero
que fuma apacible
y la envenena con la
flecha de un vuelo malherido.
Ese tronco, en ceniza
queda,
Y cientos de hojas
marchitas que penden
Como hierbas en túnel de
invierno.
Pasan caminantes cargando
piedras de sonido
Pasan rostros cansados
con las bocas secas
Pasan perros enceguecidos
por los golpes y los naufragios de las calles.
Pasan saliendo, entrando,
cruzando, muriendo,
Creciendo en el desierto
como rocío que no llega.
Sombra pálida debajo del
limonero,
zarpando sin zapatos
rotos, con dos olvidos en la mano
pensativa como trino en
sed de silencio eterno,
Nadie la ve, nadie la
mira,
Pequeña de pómulos
hinchados,
de violeto corazón
cansado,
espera paciente,
cayendo,
cayendo
cayendo
ataúd con resplandor
blanquecino.
Sága
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