Diatriba de amor contra un hombre muerto
A mí no me duele la muerte de Gabo como no me dolió la muerte de mi padre. Como no me duelen las
arterias engrasadas ni el corazón achicado. Pero sí las yemas de los dedos. No
me duele porque no fue mío, y los libros son sólo palabras de alguien que fue. El arrobo ante las palabras es una manera de genuflexión ante la indómita
señora muerte. Por eso no me duele ni entiendo el dolor de muchos
por su muerte. Al menos así lo pretendo. Porque ese dolor la atrae como el miedo a los perros. Y la palabra es sólo eso, palabra, nunca
acción, y como dicen, en el principio siempre fue
el verbo (acción) que es también palabra… Y no muerte senil.
M. Rodrigo B. G.
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