LETRAS VACANTES



Puede que el tiempo nos destierre uno de estos días
y quede en el aire nuestra última palabra
flotando sin aliento, temblando.
Entonces no habremos de extrañar ningún susurro,
ni la bestia mostrará su gruñido afilado,
ni la tierra humedecida, ni la explosión del alba,
ni los campos, ni los niños, ni la vida…

El rayo partirá al mundo en una grande grieta
y nosotros impasibles
no habremos de esperar el trueno.
Ningún rostro henderá nuestras pupilas.
Entonces no seremos presa, ni cazador, ni flecha.

Los que nacimos sin lira,
arriesgaremos las palabras,
los sonidos, las miradas,
arriesgaremos la vida en un verso
por ver si le damos salida a las llamas,
al latido o a lo que haya dentro
que no deja sorber un ocaso
o un beso
sin hundirnos el agua en los ojos
o cimbrar nuestra tierra, descalzos.

Puede que el tiempo nos destierre uno de estos días
y nos busque en vano la luna anhelante,
puede que el poeta no sea más que una mentira
y la poesía sólo un estandarte,
pero en el limbo de la vida:
el borde entre la musa y la locura,
no hay opción mientras la lengua nos persiga:
seremos por los siglos caminantes.
Ese es el grito, la conjura:
la palabra está viva
y las letras
vacantes.

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